El Paralelo, hilo conductor de esta prometedora obra primera de Miguel Arenillas Girola, es más una metáfora (por cierto muy sutil) del destino oculto que, como un humo, posee al individuo, que un inofensivo concepto geográfico – o, quizás mejor dicho, es un concepto geográfico que resume el conjunto de las fuerzas que sujetan al sujeto dentro de un preciso escenario existencial, determinando su biografía como la de un títere cuya máxima libertad solamente puede consistir en creer de ser libre.
Los ocho personajes de Paralelo 38 completan un retrato descaradamente realista del ser humano occidental contemporáneo, condenado a dar prueba, día tras día, de una soledad y una incomunicabilidad radicales y permanentes, subrepticiamente ocultadas por el fluir hipnótico de la experiencia cotidiana (e ilusoria) de una libertad poco más que aparente. Lo que la novela parecería dejar en claro es que la vida se diluye finalmente en un juego de circunstancias casuales e impredecibles que dominan el escenario de existencias que pueden aspirar a ser “sólo en ocasiones efímeramente felices”.
Nada de lo esperado llega, pero no por eso la felicidad desaparece. Es la ilusión lo que siempre se renueva y gracias a ello, podemos seguir viviendo.
Momento esencial del realismo de Miguel Arenillas es el rechazo radical de la retórica de los “gilipollas del gremio de los políticamente correctos”. Con lúcido y elegante sarcasmo, el autor pone al desnudo el esfuerzo, ciclópeo al igual que patético, de revisión del lenguaje por medio del cual la ideología del mundo de hoy (¿quién dijo que la última ideología cayó con el muro de Berlín?) lucha por domesticar la libertad de pensamiento y expresión a través de la instauración de una dictadura del lenguaje que, adecuando la pública narrativa a descripciones unívocamente “correctas” de la realidad, logre gobernar dominando la misma percepción subjetiva del mundo.
Alberto Asero
Comments