Resultaría fácil cerrar el tema sugiriendo que la de Fabrizio Bregoli, por lo menos con respecto a estos Zero al quoto, es una poética de la desilusión radical. Lo que el autor busca, recoge y disuelve es de hecho el núcleo mismo de la existencia, su sentido, que el verso, como una logoterapia a contramano, niega axiomática e irremediablemente. Sin embargo, el “sería” se nos impone al notar que Bregoli proyecta en realidad la cuestión del sentido en dos distintas (y distantes) dimensiones.
La primera es una presencia obsesiva: el misterio del sentido, si es que de misterio se puede hablar cuando el objeto misterioso no es en realidad más que un ens rationis, queda resulto en la fría alegoría matemática. Elocuentes, al respecto, las imágenes de la asíntota y del zero al cociente. Hasta aquí, todo claro.
Pero hay una segunda dimensión del sentido que, apenas susurrada y casi ocultada detrás de la omnipresencia redundante de la primera, actualiza una sugestión antiquísima: ¿quién dijo (más a parte de René Descartes, cuya falacia resultaría hoy evidente hasta al mismo cogito - claro está, si éste pudiera pensar) que la razón discursiva cuente con las herramientas para resolver el arcano? Vaya entonces que, de puntillas, aparece un puñado de versos (dotados de una extraordinaria fuerza evocadora) que parecieran resuscitar nada menos que aquella (en apariencia) pulverizada vexata quaesito del sentido. Helos aquí:
La vita non si dice, non significa.
Ci s’avvicina come ad un asintoto
dimostra per assurdo la sua ipotesi.
El problema del sentido descolora así en el del significado, mismo que sin embargo se sigue sustrayendo a la razón natural (que fracasa cuando se trata de comprender qué sea una asíntota y que, ante el empuje potencialmente regresivo de un credo quia absurdum, prefiere refugiarse en la artificialidad anestésica de una invención): y es aquí donde se nos abre el espacio intangible de lo indecible, que diseña más bien una estética de la duda, una poética del vértigo existencial.
Alberto Asero
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