Disuelta en el verso definitivo de estos estupendos Piccoli forse, sorprende una mística del anti-palabra.
Como volviendo a entrar en el templo de Delfos, es decir en el momento que separa la claridad de la pregunta de la ambigüedad de la respuesta, Angela Caccia vuelca la jerarquía entre los humanos opuestos: no el día, sino la noche; no la razón, sino el sueño; no la palabra, sino el silencio. En esta reestructuración antropológica, el tema del lenguaje vuelve constantemente para indicar una insuficiencia, la de la palabra, que nunca puede coger lo esencial y a la que el hombre ingenuamente confía el desvelamiento de su camino:
las palabras intentan el trazado
de un camino iniciático
y es siempre la misma
paradoja: la estación de partida
es la de llegada
y en otra parte:
Yo soy no cuenta, es un falso
de autor, un cazador de infinitos
no tiene nombre
Ese yo soy es una palabra, el nombre que define - eso es: delimita, obliga, atenaza - un sujeto cuyo destino es, al contrario, abrirse el camino hacia un infinito (es poderosa la imagen primitiva de la caza, que reenvía al hambre, a lo indispensable) que la razón no alcanza ni el lenguaje puede expresar - y cuando lo intente expresar, no lograría más que una angustiante autorreferencialidad. La revelación procede desde algún más allá, signifique esto desde el padre
sentado sobre esta luna
de balancín, que me miras
- así te imagino - y borras
las palabras que yo no soy
o desde los locos que
tienen prendida una cualquier
chispa - y perdido el propio nombre -
se sienten dentro del nombre de todos
¿Acaso el loco no es quién sabe reconocer la “broma” que se repite cada mañana? Porque, bien es sabido, son
los labios de la mañana, inviolados
todavía por la palabra
Si la palabra, más que desvelar, oculta, la poesía - que sí es palabra, pero abismal, analógicamente infinita -, nos acerca a la orilla
sucede que una palabra
una sola palabra te encamine
choque tus paredes
y se haga campo
y sin embargo le toca al silencio - la noche entre dos palabras - entreabrir el paso (aquí está la disolución de la palabra, la mística) hacia algún infinito. Por ello es recomendable
hablarnos callando un puente
y por ello
sostén conmigo este silencio
de cosas verdaderas - sudor que
la noche secreta y te cae dentro
sin darte escape
Alberto Asero
Angela Caccia, "Piccoli Forse": Premio Literario Internacional Independiente
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